En 1950 conoce al pintor Renzo Vestrini y al poeta y artista plástico Carlos Contramaestre. En 1951 participa por primera vez, con dos cuadros, en una exposición junto a Renzo Vestrini, Marcos Miliani y Carlos Contramaestre, entre otros. En 1953 se vincula con otros sectores de la vanguardia intelectual, muchos de los cuales formaron los grupos Sardio, El Techo de la Ballena y Tabla Redonda. En 1955 realiza su primera exposición individual en el Ateneo de Valera, con 66 obras realizadas entre 1935 y 1955. Asimismo, es invitado a exponer en la Galería Mare Mare (Caracas). Entre 1956 y 1960 se ubica una de las etapas más significativas del expresionismo de Valero: comienza a utilizar el coleto preparado y pinta cuadros de concepción muralística, tanto por la monumentalidad del tema como por las dimensiones del formato, envolviendo los motivos casi siempre en una atmósfera ocre o sepia. De este período data La mudanza del encanto (1957), donde desarrolla el mundo de leyendas regionales asociadas al ruido del agua en las crecientes de los ríos. En 1958, en la UCV, por mediación de Rodolfo Izaguirre y Féliz Guzmán, presenta una exposición de sus obras en el sótano principal del Aula Magna y expone, auspiciado por Juan Calzadilla, en la ULA. En 1959 presenta obras en la Galería Norte-Sur (Caracas) y un año después en el Centro de Bellas Artes de Maracaibo. En 1965, a través de Oswaldo Vigas (entonces director de Cultura de la ULA), realiza una exposición en Mérida con 49 obras del período 1951-1965. La formación autodidacta de este artista no se limitó al campo de la pintura: llegó a manejar un amplio y diversificado panorama de intereses que iban desde el enfoque humorístico de motivos locales hasta la defensa de la identidad nacional, la escritura de cuentos y poesía (compilados en 1982 por Carlos Contramaestre) y la condena de los holocaustos nucleares, como se refleja en su obra Hiroshima (1971). En 1974 se presentan ocho obras de Salvador Valero en una exposición colectiva de pintura latinoamericana realizada en Ginebra (Suiza).
En la pintura de Valero está presente la reiteración de figuras campesinas resueltas con trazos breves mediante un diseño esquemático, la expresión de los rostros, invariable de un cuadro a otro, las poses rígidas y arcaizadas, y la ubicación geométrica de los personajes; los trajes anacrónicos son rasgos simbólicos no desprovistos de humor, que presentan en cada obra el sentido de una escritura, y que en su conjunto son rasgos que parecieran chocar con el gusto moderno por lo decorativo. No obstante, como afirmó Juan Calzadilla en un ensayo sobre Valero, "cuando vemos en detalle alguno de sus cuadros nos olvidamos de la dureza intencional del dibujo para reparar en la humanidad delicada y meticulosa de esas figuras humildes convertidas en prototipos, de una obra a otra […]. Se trata de figuras ideadas que representan para Valero tierna espiritualidad con los caracteres duros y expresivos de una tierra que se manifiesta en la pintura misma" (1972, pp. 175-176). En su obra se han distinguido tres etapas: la de "los falsarios", o "remedos para engañar incautos" (imitaciones de pintura popular colonial); "cuadros de cavernas" (donde buscó la unión del arte de las carvernas con el informalismo a través de superficies texturadas) y "los azarinos" (manchas de colores donde se sugerían imágenes cambiantes). A finales de 1976, meses después de su muerte, se inaugura oficialmente el Musaval, creado por la ULA, con una exposición del artista. La misma fue llevada posteriormente a Caracas y exhibida en el MBA como homenaje póstumo. Este mismo año, la Asamblea Legislativa del Estado Trujillo acordó crear la orden Salvador Valero para las personas que destacaran en actividades culturales, artísticas, científicas o deportivas de ese estado. En 1978, dos de sus obras fueron expuestas en "Pobladores de la imaginación cotidiana" (Sala Cadafe). En 1981, el Musaval editó un libro del artista con textos de Carlos Contramaestre y, en 1986, la ULA creó la I Bienal Salvador Valero. En 1991, el Museo de Petare presentó una muestra de pinturas del artista y la GAN exhibió una de sus facetas menos conocida: su labor fotográfica, en "Vecindario fotográfico de Salvador Valero", donde se reunió una multitud de rostros anónimos, "figuras hieráticas rodeadas de un halo de misterio, marcadas por el paso del tiempo, que siempre otorga a las fotografías algo que en un principio no tenían. Aunque no es la obra de un fotógrafo profesional, hay algo en estas imágenes, en este "Vecindario fotográfico", que nos seduce por su poder de encantamiento, por las composiciones mismas, por la extraña combinación de objetos y personajes dispuestos para la mirada, para la de él como fotógrafo, y para la nuestra, entre la extrañeza y el asombro" (1991). La GAN posee en su colección un significativo número de fotografías y tres pinturas de las cuales dos son autorretratos del artista.
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